jueves

LA ALEGRÍA DE QUERER / JAIRO ANÍBAL NIÑO



SEXTA ENTREGA


Qué es lo que siento

¿Qué es lo que siento,
qué será lo que me ocurre,
qué tienen mis ojos
que mi osito de felpa
cada día que pasa
se parece más y más a ti?

Lección de música

Do,
re,
mi,
fa,
sol,
la,
si.
¿Sí?
Sí,
mi
sol;
sí.

Cuando pasas

Cuando pasas,
se cae un cuaderno,
un pie tropieza,
se escurren unos anteojos,
se oprime una garganta,
un par de manos sudan,
se extravía una bufanda.
Lo que ocurre
es que el cuaderno,
el pie,
los anteojos,
la garganta,
el par de manos
y la bufanda
están locos por ti.

Siento mi esqueleto

Siento mi esqueleto
como si fuera un aguacero de piedra,
una tarde puntiaguda,
un pelícano con un ala rota,
un fantasma que no asusta a nadie,
un diamante abandonado (de béisbol)
un helado caliente,
una derrota por nocaut,
un 2 en matemáticas.
Ese dolor de huesos
apareció cuando se acabaron las vacaciones
y tuve que irme de tu isla
sin saber cuándo podría volver a verte.

¿Por qué no viniste?

¿Por qué no viniste?
Me hiciste comprar dos boletas
para ver esa película de gangsters
y te estuve esperando todo el tiempo en la puerta del teatro.
¿Por qué no viniste?
Dos chocolatinas con avellanas
se quedaron sin hacer nada en mi bolsillo,
mientras la película me llegaba echa sonidos,
ulular de sirenas,
estruendo de pistolas,
graznido de
animal mecánico
y una voz que de pronto dice darling.
¿Por qué no viniste?
Me hiciste comprar inútilmente
una barra de Halls Mentol-Lyptos
para perfumarme el aliento
y estrené en balde la camisa con el dibujo de un dragón
que tenía reservada para el día
en que el Deportivo Independiente Medellín
ganara el campeonato nacional de fútbol.
¿Por qué no viniste?
Me quedé en la puerta del teatro hasta el final de la película
y luego regresé a mi casa
por las calles más oscuras y solitarias
como si fuera un gato ciego
obligado por su condición a comprar un bastón blanco
puesto en venta por una pandilla de ratones
y que para conseguirlo
entregó a cambio dos boletas inútiles,
una barra de Halls Mentol-Lyptos ligeramente usada,
dos chocolatinas derretidas
y unas inmensas ganas de llorar.

Como te enfureciste

Como te enfureciste
y no me dejaste decir una sola palabra,
como te irritaste
y no me dejaste entrar en la discusión,
como te enojaste
y rompiste el mapa que yo te había ayudado a hacer
y que tenía un cóndor de plastilina
y un mar Caribe de espejos
y unos nevados de algodón
y las huellas de un tigre
-sólo las huellas-,
porque el animal de cartón
que raya a raya tú y yo pintamos
tuvo que irse de improviso
a una tarea de biología,
como te llenaste de ira
y me devolviste de mala manera
el libro de poesías japonesas
que una vez leímos en el jardín botánico
a la sombra de unos sauces (Salix humboldtiana),
como te enfureciste
y no me dejaste dar una explicación,
ahí te mando mi respuesta
y mi última palabra:
un crisantemo.

Cuando apoyo mi oído

Cuando apoyo mi oído
en el caracol de tu oreja
escucho el mar de tu corazón.

Llegó al aula un 15 de mayo

Llegó al aula un 15 de mayo
-día de lluvia-,
llegó y nos miró a todos dulcemente.
Soy la nueva profesora de filosofía, nos dijo.
Sonrió
y entonces fue como si las gotas de lluvia
que sobrevivían sobre su impermeable amarillo
se hubieran convertido en pensamientos.
A todos nos pareció que era muy joven para ser
profesora
-y demasiado, para ser profesora de filosofía-.
Empecé a pensar en ella por las tardes
justo en el momento en que en la radio
acababa un programa de deportes
y empezaba otro de canciones.
De manera sorpresiva ella
estuvo presente
en el partido final del intercolegial de fútbol.
En esa ocasión estuve inspirado en el medio campo
e hice uno de los goles que nos dieron el triunfo.
Ella nos entregó la copa de campeones.
Jamás olvidaré a mi profesora de filosofía.
El día del examen final,
al presentarle mi trabajo,
me dijo que me parecía a Sócrates.
Me llené de orgullo
y creo que los ojos se me llenaron de lágrimas.
Caminé hacia mi pupitre
como si lo hiciera por el aire, en palomita.
Era el mejor elogio que había recibido en mi vida.
Yo, parecido a Sócrates,
el gran jugador de fútbol del Corinthias,
Sócrates B. S. de Souza Vieira de Oliveira,
el inolvidable mediocampista de la Selección Brasil.

El día es lindo

El día es lindo
y desde que amaneció
no ha hecho más que crecer
como si fuera un árbol,
y tiene a esta hora
una rama que canta en forma de pájaro
y una fruta que vuela en forma de avión
y un perfume que trepa en forma de sol.
El día es lindo
porque todavía no sabe
que a ti te cambiaron de colegio.

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