domingo

“NI YO NI NINGÚN POETA SABEMOS LO QUE ES LA POESÍA” - FEDERICO GARCÍA LORCA


por Andrés Seoane
Rafael Inglada y Víctor Fernández recopilan en Palabra de Lorca (Malpaso), 133 entrevistas concedidas por el poeta desde 1922, cuando empezó a tener éxito en el teatro, hasta días antes de su muerte en 1936, en los albores de la Guerra Civil.
"La gloria es una forma de incomprensión, quizás la peor", decía el siempre afilado Borges. De esa incomprensión fue carne el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX. Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898-Granada, 1936) es sin duda el escritor más renombrado y recordado de la Edad de Plata de las Letras españolas, y su trágica muerte no ha hecho sino agrandar una figura en la que conviven hombre y mito. Pero buena parte de la fama que atesora el nombre de Lorca se gestó en vida, al calor de una obra excepcional producida por un genio no menos único. Y es que, a pesar de su recelo ante los medios, mezcla de cierto miedo y fascinación, Lorca concedió en vida más de 100 entrevistas de todo tipo que fueron clave en la creación de una imagen pública del poeta. 

"Su relación con la prensa fue muy positiva, porque gracias a ésta se dio a conocer en España y América, pero también algo molesta, avasalladora, sobre todo en sus últimos años", asegura el poeta malagueño Rafael Inglada, que tras años de bucear en multitud de archivos nacionales y extranjeros ha reunido en un volumen, con la colaboración del periodista Víctor Fernández, las 133 entrevistas, un tercio de ellas inéditas, que ofreció el poeta a diferentes mediosPalabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas (Malpaso) recoge las opiniones del poeta desde el punto de vista político, vital, creativo e incluso moral, y para Inglada "son importantísimas porque es el propio Lorca quien habla directamente. Son confesiones sobre su trabajo, sobre sus éxitos, sus recuerdos de infancia y juventud, pero también sobre sus preocupaciones personales, sociales y políticas en la España que le tocó vivir", explica el compilador. 

El libro arranca en la década de los 20, cuando Lorca comienza a adquirir cierta fama con su obra de teatro Mariana Pineda. Pero es a partir de 1928, cuando el éxito de su Romancero gitano le convirtió en una estrella pop de la literatura. Ya entonces empezaron sus periódicas desavenencias con los periodistas, que según él tergiversaban muchas veces sus palabras y trataban de acceder a una intimidad leoninamente defendida por el poeta. Muchas veces no se reconocía en los retratos que lo aprisionaban en el estereotipo. "Nunca logró, por más que lo intentó, separar su figura como poeta y dramaturgo del tema del gitanismo y de lo andaluz. Fue algo que lo exasperaba y molestaba. Pensaba que el público no llegaba a conocer bien su obra por ese sambenito", asegura Inglada. 

Sin embargo, no conviene exagerar, pues como en casi todas las cuestiones, Lorca se muestra ambivalente con las entrevistas, que coleccionaba y henchían su ego, por lo que logró conciliar cierto gusto por salir en los periódicos y ser reconocido. "No busco la popularidad, ella viene a mí. A veces me molesta, es una cosa demasiado frívola. De todas maneras, si el poeta deviene popular, si entra en el alma del pueblo, ¿quiere algo más bello? ¡Entrar en el alma del pueblo, he aquí la poesía!", decía el poeta.
De hecho, su carácter alegre y risueño y su gran inteligencia se manifiestan a veces maliciosamente, como en una entrevista en Buenos Aires de 1933 en la que es preguntado acerca del duende. "Hace tres noches al acostarme, el sueño no acudía. Apagué la luz. Casi inmediatamente, a los pies de mi cama, se dibujó una figura..., una especie de muñeco estrafalario de agilidad sorprendente, que se puso a dar saltos sobre el borde del armazón del lecho. Mediría unos treinta centímetros de estatura. Vestía una ropilla rojo y gualda…" y de esta guisa sigue Lorca tomándole el pelo al incauto periodista, sin meterse en más complejas honduras y llegando a convencerlo a base de quizá, creerse el mismo el relato. 


Del dandismo al compromiso

Este doble carácter de Lorca se manifiesta constantemente a lo largo de su vida, y las entrevistas muestran perfectamente la evolución del carácter, incluso del compromiso ante el arte, y de las opiniones sobre el teatro y la poesía que sostiene el granadino. "A mí lo único que me interesa es divertirme, salir, conversar largas horas con amigos, andar con muchachas. Todo lo que sea disfrutar de la vida. Lo último, para mí, es la literatura. Escribir me produce placer, en cambio, publicar, no. Todo lo que he publicado me ha sido arrancado por editores o amigos", relata, algo impostadamente, en 1933 durante su estadía en Buenos Aires. 

Esta cadena de viajes, primero a Nueva York y después a Buenos Aires fueron clave para la consolidación de Lorca. "Donde realmente consiguió Lorca sus primeros grandes triunfos como dramaturgo fue en Argentina con Bodas de sangre. Allí, los medios de comunicación prepararon el camino para que, a su regreso a España, en 1934, fuera toda una figura nacional y saltase a los primeros planos", destaca Inglada. Tras sus viajes a Nueva York y Buenos Aires y consciente de los problemas sociales que acucian a la República y del inminente polvorín europeo, abandona esa imagen de joven poeta despreocupado y adquiere la de artista comprometido que ansía que su obra llegue al pueblo, a las masas. "Me parece absurdo que el arte pueda desligarse de la vida social" comenta en 1935. 

No confundir la vida social con la política, algo que Lorca, en defensa de su dignidad de artista, diferencia perfectamente. "El artista debe vivir totalmente emancipado del morbo político, debe ser única y exclusivamente eso, artista. Lo contrario es prostituir el arte", sostiene rotundo. Ahí tiene ustedes el caso de Alberti, uno de nuestros mejores poetas jóvenes que ahora, luego de su viaje a Rusia, ha vuelto comunista y ya no hace poesía, aunque él lo crea, sino mala literatura de periódico", manifiesta duramente. "¡Qué es eso de artistas, de arte, de teatro proletario! El artista es siempre anarquista y solo escucha las voces que afluyen de dentro de sí mismo: la de la muerte, la del amor y la del arte". 

No obstante, el poeta también se atrevía, justo antes del golpe de Estado que provocaría la Guerra Civil, a hablar sobre su visión política en una entrevista con el caricaturista y periodista Luis Bagaría que Inglada considera de las mejores del libro. "Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. Desde luego no creo en la frontera política".


Los poetas de Lorca

Además, no es Alberti el único creador al que cita Lorca. A pesar de su intención de "ni complicarme, ni crearme conflictos con autores, críticos, amigos y enemigos", opina con contundencia de las grandes figuras del mundo cultural español. Por ejemplo, a Valle-Inclán lo ve "detestable. Como poeta y como prosista. Salvando el Valle-Inclán de Los Esperpentos, ese sí, maravilloso y genial, todo lo demás de su obra es malísimo". De Azorín, exclama, "Merecería la horca por voluble. Como cantor de Castilla es pobre, muy pobre. ¡Qué gran diferencia entre la Castilla de Azorín y la de Machado y Unamuno!". Sin embargo, ensalza las figuras de Juan Ramón Jiménez, "el gran poeta, está en su torre. Y allí ha hecho una poesía tierna, comprensiva y sencilla" y de Antonio Machado, que "es un monumento de persona y de poeta, siempre cubierto de ceniza y de honda simpatía".

También se desprende gran admiración por el iniciador del modernismo hispánico, Rubén Darío: "Darío era grande. Se habrá caído mucho de él, mucha hojarasca. Pero lo fundamental, lo humano, el gran aliento de Rubén, eso permanece, eso es la poesía". Y sobre todos, por el músico, también andaluz, Manuel de Falla, a quien ve como "un santo, un místico... Yo no venero a nadie como a Falla. Allá en su carmen de Granada vive trabajando constantemente, con una sed de perfección que admira y aterra al mismo tiempo... desafioso del dinero y de la gloria". Grandes palabras guarda, asimismo, para sus compañeros de la Generación del 27. "El grupo de poetas jóvenes de España es muy grande. Su obra interesa hoy a todo el mundo y es codiciada como algo extraordinario. A mi juicio es lo mejor del mundo, y su influencia tan solemne y grande como lo fue la del romanticismo francés". 


Hecho de poesía y teatro

Sobre los dos grandes ejes de su literatura, teatro y poesía, también se expresó con profusión, y, aún a pesar de lo velado de algunas respuestas, también se aprecia la paulatina configuración de una voluntad ética y estética. Sobre la poesía asegura que "es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas". O también que "no tiene límites. Nos puede estar esperando en el quicio de la puerta en las madrugadas frías, cuando se vuelve con los pies cansados y el cuello del abrigo subido". Sin embargo, le dice a Gerardo Diego: "Pero ¿qué voy a decir yo de la poesía? ¿Qué te voy a decir de esas nubes de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la poesía". 

En cuanto al teatro, la niña de sus ojos, Lorca siempre se mostró fiero partidario de que era un arte que "debe que ser para todo el mundo y tiene la misión de presentar y resolver problemas individuales, íntimos". Como demuestra su ampliamente recogido proyecto de La Barraca, Lorca creía firmemente en las virtudes formativas del teatro. "El teatro está especialmente adaptado a fines educativos aquí en España. Solía ser el medio más importante de la instrucción popular, el intercambio popular de ideas. En los días de Lope de Rueda era justamente un teatro sobre ruedas como estamos planeando ahora", aseguraba durante una gira de la compañía por los pueblos de España. Sin embargo, el hecho de que fuera un arte popular, no era eximente de calidad para el poeta. "El teatro que ha perdurado siempre es el de los poetas, de los poetas dramáticos y no líricos, claro. La gente está acostumbrada al teatro poético en verso. Aunque el verso no quiere decir poesía. Don Carlos Arniches es más poeta que casi todos los que escriben en verso actualmente".

"Rafael, estos campos se van a llenar de muertos"

"No vayáis a buscar a García Lorca con un programa determinado ni con preguntas concretas", recomendaba el periodista Josep Palau i Fabre. "Todo eso será cohibir su naturaleza desordenada y evasiva. Salta de un tema a otro continuamente, destruyendo por tanto toda pregunta que, por ser concreta, será siempre limitada y mezquina para un poeta, como lo es él por encima de todo". Aunque el libro recoge testimonios y charlas con periodistas publicados tras su muerte, la última entrevista publicada de Lorca fue la citada con Bagaría, pocas semanas antes del crimen en Granada, y en ella se muestra inquietantemente profético. "Ni el poeta ni nadie tiene la clave y el secreto del mundo. Quiero ser bueno. Sé que la poesía eleva y creo firmemente que si hay un más allá tendré la agradable sorpresa de encontrarme con él. Pero el dolor del hombre y la injusticia constante que mana del mundo, y mi propio cuerpo y mi propio pensamiento, me evitan trasladar mi casa a las estrellas".

Para Inglada, esta recopilación aporta a la figura del poeta "un carácter autobiográfico hasta el presente nunca visto en su totalidad. En estas entrevistas vemos a un hombre ilusionado con proyectos, preocupado por su futuro como escritor, dudoso de su propia creatividad, un joven de energía rebosante, a veces exagerado, lleno de vida y orgulloso de su trabajo, de su familia y de sus amistades". Y muchas más entrevistas podría haber sin aquel frívolo asesinato que pudo no ser. A modo de prólogo, el libro recoge el testimonio de su amigo Rafael Martínez Nadal, con quien pasó su último día en Madrid y que hasta el último momento trató de convencerle de no viajar a Granada ante el cariz de la situación. Era 16 de julio de 1936. Pero Lorca estaba empecinado en ir a celebrar su santo y el de su padre a casa. "Rafael, estos campos se van a llenar de muertos", le dijo lúcido, de nuevo profético. Poco imaginaba que él sería uno de los primeros. 

(El Cultural / 30-11-2017)

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